EL REPARTO DEL BOTÍN
En
el fabuloso botín del Inca en Cajamarca llaman la atención la
extraordinaria suma de oro recogida y la calidad artística del oro
pulido y exornado. La cantidad recogida fue, según el acta oficial del
reparto, 1´326,539 pesos de buen oro, cada peso de cuatrocientos cincuenta maravedís. De éstos se sacó para el Rey el quinto, ascendiente a 264,859 pesos y 2,245 por los derechos de fundición. Para "la compañía" de soldados quedaron líquidos, 1´059,435 pesos. A Pizarro, que tenía compañía universal de sus bienes con Almagro, le tocó 57,220 pesos de oro y 2,350 marcos de plata. A Hernando Pizarro, 31,080 de oro y 1,267 de plata; a Hernando de Soto, 17,740 de oro y 724 de plata; a Juan Pizarro 11,100 de oro y 407,2 de plata; a Pedro de Candia, 9,909
de oro y 407,2 de plata. A los capitanes inmediatos les correspondió
alrededor de 9 mil pesos de oro. A los cronistas soldados Cristóbal de
Mena, Miguel de Estete y Francisco de Xerez, les tocaron sumas iguales: 8,800
pesos de oro y 362 marcos de plata. A los 48 restantes hombres de a
caballo, les entregaron entre 9 mil y 8 mil pesos de oro y 362 marcos de
plata. Los de infantería recibieron un promedio de 4,500 a 2,200
pesos de oro y 180 a 90 marcos de plata. Aun la cuota otorgada al
último peón era fortuna apreciable, porque con lo ganado por un hombre
de a caballo, como Juan Ruiz de Albuquerque, pudo éste regresar a España
para ayudar al Rey con sus donativos, fincar 600 ducados de renta en
juros perpetuos en Jerez en Sevilla, gastar tren de escuderos y esclavos
negros, fundar mayorazgos y dedicarse a la montería de perros y
volatería de azores en su pueblo natal y en su casa solar con un escudo
de piedra en el frontis. Otros volvían "de ciudadanos labradores, de pobres, hechos señores"
y, como Rodrigo Orgóñez, mandaban fundar capellanías y entierros en San
Juan de los Reyes en Toledo; o como Pedro Sancho se casaban con damas
de la aristocracia, o como Francisco de Xerez, era elogiado en coplas
porque "tiene en limosnas gastados / mil y quinientos ducados / sin los más que da escondido".
Es
posible que la suma de oro reunida fuese mayor que la que da el acta
oficial del reparto. Sumando la plata al oro lo recogido en Cajamarca
fue, según León Pinelo, 3,130,485 pesos. Pero, dada la abundancia de metal, los repartidores veedores tuvieron mano larga para el peso y el "oro de catorce quilates lo ponían a siete y lo de veinte a catorce".
No todo el oro fue registrado y mucho se evadió de la cuenta. En el
hartazgo de oro de Cajamarca nadie reparaba en peso de más y de menos, y
"era tenido en tan poco el oro y la plata así de los españoles como de los indios",
que algunos conquistadores ambulaban por las calles de Cajamarca con un
indio cargado de oro, buscando a sus acreedores para pagarles, y
entregaban por cualquier cosa un pedazo de oro en bulto, sin pesar.
Otros, pordioseros de la víspera, jugaban en una apuesta a los bolos o
en una carta del naipe, miles de ducados. Los precios subieron
fantásticamente: por un caballo se pagaba de 2 mil a 3 mil pesos, 40
pesos por un par de borceguíes, 100 pesos por una capa y 10 pesos de oro
una mano de papel.